Desde hace siglos, de la yuca o mandioca (del guaraní mandi’o) se ha extraído almidóncon el que se preparan diversos platos en todo el mundo. De la amarga se extrae una harina con la que pueden hacerse tortas de “casabe” (presentes sobre todo en la gastronomía indígena y campesina de Colombia y Venezuela) o “fariña”, un ingrediente fundamental en la comida tradicional brasileña. La dulce puede comerse una vez cocida y es un acompañante en buena parte de la comida latinoamericana.
En años recientes la yuca ha encontrado usos nuevos y hasta revolucionarios: entró a competir con las patatas y los platanitos en el mercado de las hojuelas embolsadas (yuca frita); hoy en día la industria petrolera usa el almidón de yuca como “enfriador” de los taladros de perforación, y además, a partir de este tubérculo se está produciendo alcohol y plástico biodegradable.
Esta raíz ancestral, que ayudó al desarrollo de ciudades mayas como Tikal y Copán hace mil años, sigue teniendo hoy en día un futuro promisorio en la lucha contra el hambre mundial, sobre todo por su capacidad para prosperar en suelos pobres, y por un potencial que no ha sido explotado en su totalidad.
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